Uno de los aspectos críticos en cualquier proceso de fusión o adquisición (M&A) es la salud financiera de las compañías involucradas. Antes de cerrar un acuerdo, tanto compradores como vendedores necesitan tener un conocimiento preciso del estado económico de la empresa, lo que pasa por diferenciar claramente entre solvencia y liquidez.
Una empresa puede parecer rentable en el corto plazo, pero presentar problemas financieros serios en el largo. También puede ocurrir lo mismo a la inversa. Por eso, es imprescindible que sepamos diferenciar entre estas dos ratios que deben incluirse en la due diligence financiera y que afectan de forma directa tanto a la valoración de la compañía como al acuerdo entre las partes para cerrar el proceso.
La solvencia mide la capacidad de una empresa para cumplir con sus obligaciones financieras a largo plazo, es decir, más allá de los próximos 12 meses. Es un indicador estructural que analiza la estabilidad y fortaleza del negocio en el tiempo.
Principales ratios para analizar la solvencia:
Una empresa solvente puede superar dificultades temporales sin comprometer su futuro, lo que la hace más atractiva en un proceso de M&A.
Por el contrario, la liquidez se centra en el corto plazo: indica la capacidad de la empresa para hacer frente a pagos inmediatos, como salarios, proveedores o impuestos, durante los próximos 12 meses.
Indicadores clave de liquidez:
Una adecuada liquidez garantiza el funcionamiento normal del negocio y evita tensiones de tesorería que podrían afectar su operativa.
Aunque puedan parecer conceptos ligados, no siempre van de la mano. Una empresa puede ser muy solvente pero tener problemas de liquidez, o al revés.
Es habitual en sectores industriales o inmobiliarios, donde abundan los activos inmovilizados. Imagina un fabricante de cemento con instalaciones propias, maquinaria y poca deuda a largo plazo. Es una empresa solvente. Sin embargo, si la construcción se frena y dos de sus cinco principales clientes cancelan pedidos, puede quedarse sin liquidez para pagar a proveedores o nóminas, a pesar de su fortaleza estructural.
Una startup tras una ronda de financiación puede disponer de mucho efectivo y excelentes ratios de liquidez. Sin embargo, si su modelo requiere constante inyección de capital y aún no genera beneficios suficientes, no será solvente a largo plazo. Este caso es frecuente en negocios tecnológicos o de alto crecimiento, donde el efectivo inicial no garantiza viabilidad futura.
La combinación de buena solvencia y liquidez incrementa la confianza de compradores e inversores, eleva la valoración de la empresa y facilita el cierre de la operación. En cambio, desequilibrios en alguno de estos aspectos obligarán a una due diligence financiera más exhaustiva para identificar riesgos, lo que puede derivar en ajustes en el precio o en las condiciones del deal.
Por ejemplo:
El impacto dependerá siempre del tipo de negocio, el origen del desequilibrio y la gravedad del mismo.